Elecciones para qué sirven

 

Por Ing. Óscar Sergio Hernández Benítez

El problema 

A partir de fines de los 80 la democracia comenzó a ampliarse el interés y deseo ciudadano como posibilidad para dejar atrás el hegemónico régimen priísta. Y por supuesto, las elecciones eran percibidas como el mecanismo que lo podría hacer posible.

Dado que aquellas las organizaba el estado y este decidía quien ganaba una elección, que obvió siempre era el PRI, se abrió la posibilidad de participación política.

Los años siguientes fueron creciendo las expectativas dada la presencia de diversos factores internacionales y nacionales que configuraron una causa común de cambio democrático.

No se ponía en duda, en aquel tiempo, la importancia y necesidad de los partidos políticos- principalmente el PAN y el PRD- había un consenso de facto entre estos y amplios sectores de la sociedad. La caída del Muro de Berlín aumentaba el entusiasmo por el triunfo de la democracia liberal.

El PRI finalmente perdía por primera vez la elección presidencial y fue surgiendo una nueva forma de participación política, las elecciones tuvieron nuevas reglas y los ciudadanos podían ejercer con mayor libertad el derecho al voto. Se multiplicó el  ascenso de ciudadanos sobre todo en partidos opositores al PRI lo que trajo como consecuencia que en cada elección una gran cantidad de ciudadanos accedieran a los cargos de elección popular.

En muy poco tiempo, diría que la segunda década de este siglo, la euforia y el entusiasmo por la nueva realidad política comenzó a declinar, los problemas más significativos no solo seguían sin soluciones efectivas y de largo plazo sino que se fueron agrandando;  y la aceptación de la democracia como mejor forma de gobierno se ponía en duda.

El surgimiento y desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento visibilizaron exponencialmente la problemática nacional, gobernar se volvía cada vez más complejo, las demandas sociales crecían y las respuestas eran insuficientes.

El “mal humor” social creció y se fue convirtiendo en frustración y decepción. Esta disminución de la satisfacción con la democracia y frustración con su eficacia, algunos autores la registran debido a tres realidades más que evidentes: los partidos se van quedando sin militantes- han sido varías las notas periodísticas que informan de partidos que apenas pasan el mínimo legal de miembros-; estos cada vez son menos leales a sus partidos- en no pocos casos se encuentran afiliados a más de un partido- y finalmente, los militantes de un partido no necesariamente votan por los candidatos que postulan. 

Se han ido deslegitimado los partidos, en la encuesta nacional de cultura cívica 2020 (ENCUCI) los partidos ocupan el último lugar en confianza ciudadana. Así mismo, poco más de la mitad se declara muy satisfecha o poco satisfecha con la democracia. 

Las acciones

En razón de ello y teniendo la ciudadanía que optar entre los candidatos postulados, en los últimos años se vienen dando, entre otros, dos fenómenos quizá como mecanismos de autodefensa ciudadana, más allá de las estrategias de marketing electoral: fijarse más en las personas, es decir, los candidatos que finalmente deben ser registrados por alguna partido o coalición; y amplios grupos sociales policromatizan su participación y apoyo.

La condición que se presentará en esta elección no se había registrado en otras elecciones y será el inicio de una nueva etapa política nacional: pluripartidismo bipolar. Un término quizá poco ortodoxo que señala simplemente la formación de dos bloques dinámicos, es decir, con partidos que irán y vendrán entre bloques.

La promoción de una elección bipolar- conservadores vs progresistas- es la condición referencia en esta elección y traerá varias consecuencias.

Por Génesis

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