Migración y Educación

Por la Dra. Verónica Giles Chávez

Los movimientos migratorios constituyen una de las características de las sociedades modernas (Castles y otros, 2014). De hecho, se estima que el 3.2% de la población mundial vive fuera de su país de origen, lo que equivale a cerca de 214 millones de personas (OIM, 2018).

Desde esta perspectiva, la migración de personas y de grupos se vuelve paulatinamente un fenómeno relevante y significativo para explicar las transformaciones culturales de diversos lugares y contextos (Cierani y otros, 2014).

Al respecto, Pavez-Soto (2017: 99) observa que, conforme a datos de 2016, en América Latina y el Caribe existen aproximadamente 7.6 millones de personas migrantes, de las cuales 62.8% representa flujos migratorios entre países de la región. Asimismo, este autor sostiene que el promedio regional de niñas y niños nacidos en un país distinto al de residencia es de 10.5% y no existe ninguno cuyo porcentaje supere el 30%. Tal número de población infantil corresponde a niños y niñas que participan en flujos migratorios familiares.

México no es la excepción a esta regla general: con datos a 2019, este país participa en estos flujos migratorios globales con 11,796,178 de emigrantes, y es la segunda nación con más emigrantes desplazados a otros países, que suponen el 9.32% de su población total. La emigración masculina es superior a la femenina, con 6,277, 644 hombres, lo que supone el 53.21% del total, frente a los 5,518,534 de emigrantes mujeres, que son el 46.78% (Expansión / Datos macro.com, 2019). Los emigrantes de México viajan principalmente a Estados Unidos, a donde se desplaza el 97.4%, seguido de lejos por Canadá con el 0.73% y España con el 0.45%.

En este contexto, diversos estudios (Santos Guerra, 2009; Michael, 1997) indican que la inmigración de mexicanos hacia los Estados Unidos es cada vez más significativa, lo que ha impuesto una presión cada vez mayor hacia el sistema educativo de ese país. A su vez, en México, la migración de retorno es vista por los jóvenes como una estrategia que potencialmente les permitirá acceder a sus identidades imaginadas como profesionistas. La presencia cada vez mayor de estos estudiantes – migrantes, – implica el reconocimiento de competencias bilingües y transculturales muy particulares de esta comunidad binacional migrante.

No obstante, algunos estudios (Odaly Ivette Guevara Ortiz, 2021) revelan que los y las estudiantes migrantes, tanto en México como en los Estados Unidos, enfrentan una serie de barreras relacionadas con las variantes lingüísticas y relacionales que pueden hacerlos/las vivir procesos de asimilación o aislamiento cultural. Por ejemplo, Cortés Román y otros (2015) han observado la existencia de estrategias emprendidas hacia políticas legales estadounidenses creadas para marginar a los migrantes indocumentados con aspiraciones a obtener una educación superior. De igual forma, el sistema educativo mexicano manifiesta un bajo reconocimiento de esta realidad (Franco García, 2017).

 

1|| De acuerdo con datos de la Unicef, “cada año, alrededor de 40 mil niños y niñas son repatriados desde Estados Unidos a México (UNICEF, 2010). Aunada a esta migración, encontramos familias transmigrantes que se constituyen o reunifican en Estados Unidos y otras que retornan a sus poblados. De 2005 a 2010 la migración de México a Estados Unidos fue de 683 mil personas, y la de retorno de 824 mil  (CONAPO, 2010). En esta dinámica, la cotidianidad de los niños se ve trastocada (sus relaciones sociales, escolares, sus espacios, etcétera). Es volver a empezar, inscribirse a una nueva escuela y retomar otras rutinas.

 

Acerca de la autora

Psicóloga, con Maestría en Investigación Educativa y Doctora en Educación por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México. Directora de la Plataforma Educativa Binacional UFM (Universidad Fuerza Migrante). veronicagiles@educacionufm.org www.educacionufm.com

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