Por Miguel Ángel Alarcón Urbán
Cuando la nostalgia nos hace regresar al pasado, imaginamos como eran las antiguas calles de Cuernavaca y Yautepec. Los carruajes y las calles con las vías para el tren de mulitas, el mismo que bajaba por la calle del Depósito, hoy de Hidalgo. La amplia avenida Morelos dividida en la calle de Guadalupe por la Iglesia, -de la calle del Depósito a calle de San José, hoy Morrow- de Morrow a Degollado antigua de San José, la primera, segunda y tercera calle Nacional, de Degollado a Arista y de Arista al Calvario, esto tan solo para citar los viejos nombres de la antigua Villa de Cuernavaca en el siglo XIX.
Hay tanto que recordar, tanto que añorar, que caminar por la tarde noche, cualquier día de la semana, sin el ajetreo de tener que llegar al trabajo y del trabajo a la casa, mientras el aire hace sonar el roce de las hojas de los árboles, cuya sinfonía de ruidos siempre es diferente de acuerdo a las estaciones del año, que diario podemos vivir recuerdos diferentes.
Los morelenses somos afortunados, tenemos historia, tenemos pasado y los viejos muros de la Catedral de Cuernavaca, recién restaurados, hará algunos años, el Palacio de Cortés o bien el Chapitel del Calvario y el viejo jardín Borda dan cuenta de ello.
Hay mucho por recordar y mucho por caminar, no solo en Cuernavaca, sino también en Yautepec, la tierra de Los Plateados, de la gavilla del Zarco, la tierra de Manuel Payno, la tierra de Manuel Altamirano, de Ana Anitua, de Virginia Fábregas, y de muchos más, tierra de leyenda y de los primeros asentamientos humanos de las primeras civilizaciones de América, tierra ensangrentada por la espada de Hernán Cortés.
Hoy, Yautepec mi tierra, vive su realidad para enfrentar los retos de los nuevos tiempos por venir, pero sus calles son las mismas de la época de la colonia, aun y cuando nuevas rúas, y avenidas como el Paseo Tlahuica, nos abren el paso a la modernidad, el sabor provinciano no se pierde, porque tenemos identidad, tenemos pasado y un futuro promisorio.
Cuando la nostalgia y la añoranza me llevan al pasado…
Cuando la nostalgia nos hace regresar al pasado, imaginamos como eran las antiguas calles de Cuernavaca y Yautepec. Los carruajes y las calles con las vías para el tren de mulitas, el mismo que bajaba por la calle del Depósito, hoy de Hidalgo. La amplia avenida Morelos dividida en la calle de Guadalupe por la Iglesia, -de la calle del Depósito a calle de San José, hoy Morrow- de Morrow a Degollado antigua de San José, la primera, segunda y tercera calle Nacional, de Degollado a Arista y de Arista al Calvario, esto tan solo para citar los viejos nombres de la antigua Villa de Cuernavaca en el siglo XIX.
Hay tanto que recordar, tanto que añorar, que caminar por la tarde noche, cualquier día de la semana, sin el ajetreo de tener que llegar al trabajo y del trabajo a la casa, mientras el aire hace sonar el roce de las hojas de los árboles, cuya sinfonía de ruidos siempre es diferente de acuerdo a las estaciones del año, que diario podemos vivir recuerdos diferentes.
Los morelenses somos afortunados, tenemos historia, tenemos pasado y los viejos muros de la Catedral de Cuernavaca, recién restaurados, hará algunos años, el Palacio de Cortés o bien el Chapitel del Calvario y el viejo jardín Borda dan cuenta de ello.
Hay mucho por recordar y mucho por caminar, no solo en Cuernavaca, sino también en Yautepec, la tierra de Los Plateados, de la gavilla del Zarco, la tierra de Manuel Payno, la tierra de Manuel Altamirano, de Ana Anitua, de Virginia Fábregas, y de muchos más, tierra de leyenda y de los primeros asentamientos humanos de las primeras civilizaciones de América, tierra ensangrentada por la espada de Hernán Cortés.
Hoy, Yautepec mi tierra, vive su realidad para enfrentar los retos de los nuevos tiempos por venir, pero sus calles son las mismas de la época de la colonia, aun y cuando nuevas rúas, y avenidas como el Paseo Tlahuica, nos abren el paso a la modernidad, el sabor provinciano no se pierde, porque tenemos identidad, tenemos pasado y un futuro promisorio.