Por Roy Moreno
La gran diferencia del humano con el resto de los animales es la capacidad de razonar. Ayudados por ese razonar nos dimos cuenta que podíamos convertir muchas cosas que existen en la naturaleza en productos que facilitan la vida. La Industria cambió para siempre nuestra manera de vivir. Mejoró nuestra calidad de vida. A partir de ahí, hemos mejorando constantemente la experiencia en la tierra. Desde que apareció el humano hasta ahora, la constante ha sido mejorar la experiencia. Hasta hoy.
Nuestra actividad social y económica ha llegado a un punto en donde empieza a aplicarnos la ley de rendimientos decrecientes. Por más productos que elaboremos, la calidad de vida de la población mundial no está necesariamente mejorando, por el contrario, esta empeorando. En teoría económica, la ley de rendimientos dice que en la actividad productiva, llega un punto en donde hacer más producto no te deja más dinero, sino menos. Suena a contrasentido, pero tiene una lógica profunda. Nos van a pagar por pintar una pared de 5 metros de largo por 2 de alto. Mientras más rápido pintemos mejor. Empezamos con un pintor, que se tardaría 3 horas en pintar la pared. Pero como queremos pintarla mas rápido, ponemos mejor dos pintores, que lo lograrían en 1.5 horas. Ya en esas, mejor 3 pintores que lo hacen en 1 hora. Entrados en gastos pensamos en 4 pintores que lo harían en menos de 1 hora. Pero las paredes tiene un espacio fijo, en el que cabe un numero determinado de personas pintando al mismo tiempo. Si ponemos demasiados pintores, el espacio estaría muy limitado y empezarían a pelearse el espacio para poder pintar, o tendríamos que gastar tiempo organizándolos y dándoles turnos para pintar. Aquí ya dejó de ser eficiente. Mientras más pintores sigamos agregando a la pared, más problemas creamos. Imagina 200 pintores tratando de pintar una pared de 5 metros de largo por 2 de altura. Como diría mi abuela, sale mas caro el caldo que las albóndigas. Ahora imagina casi 8mil millones de habitantes en una Tierra. Usando agua, para tomarla, bañarse, lavarse las manos, cocinar, lavar el coche, bañar al perro, regar el campo, alimentar el ganado, hacer un lago con fines recreativos, producir refrescos en una fábrica o enfriar reactores nucleares. ¿Cuánta agua podemos darnos el lujo de gastar y en qué?
Como humanidad, estamos llegamos al punto en el que mientras más somos, y más recursos naturales usamos no necesariamente estamos mejorando la calidad de vida. Podemos pasar días discutiendo si la distribución de la riqueza pudiera ser más equitativa o si limitamos el uso de agua diario a 5 litros por persona. La realidad es que bien a bien no sabemos cuales son los limites a que nos enfrentamos.
No se si la perdida de recursos naturales que nos está tocando vivir sea resultado directo del abuso del ser humano, o condición natural por la avanzada edad del planeta. Pero como sociedad, en un uso de esa capacidad de raciocinio de la que tan orgullosos estamos, habríamos de considerar si vale la pena cruzar este punto de quiebre en el qué la calidad de vida de las futuras generaciones solo podrá empeorar y qué podemos hacer al respecto. Esa es una pregunta mucho más importante que quien ganó las elecciones internas de MORENA.
El autor del Artículo de Opinión es abogado y Asociado Director de Desarrollando Morelos.