Por Chema Gálvez
Mi abuelo materno era mi preferido, se llamaba Joaquín, para mí era “papito Joaquín”, todos en la familia lo considerábamos un hombre honesto, recto, honrado, era vista aduanal, muy joven ya casado a principios de los años cuarenta lo enviaron a Ciudad Juárez, tenía la responsabilidad de cuidar la entrada de contrabando por los montes, su vehículo para patrullar un caballo, era muy buen jinete, alguna vez jugó polo, era parecido a un sheriff del siglo XIX, su uniforme color caqui con botas, sombrero texano, pistola en cinto y en la camisa colgando la insignia oficial de aduanas.
Mi madre fue la pequeña, sobra decir que eran mutuamente su adoración, me cuenta que no era necesario el discurso aburrido del padre para poder educarlos a ella y a sus hermanos, su sola presencia y ejemplo bastaba y a cuarenta y dos años de su partida se le sigue extrañando.
El día de hoy no quiero hablar de política ni de los actores que la pervierten y ensucian , hoy es justo hablar de nosotros los que también tenemos el compromiso de gobernar, sí de gobernarnos a nosotros mismos, padres y madres que debemos de enseñar con lo más poderoso que el ser humano puede tener, el ejemplo, sin discursos o choros aburridos que nos alejen y muestren el divorcio que existe entre la palabra y los hechos, hoy además de padres y constructores de nuestras familias debemos tomar lo que se ha olvidado que es el ejercicio de la congruencia.
Dicen por ahí que se tiene el gobierno que nos merecemos y volteando a ver justo aquí en nuestra particular casa de gobierno califiquemos cómo lo estamos haciendo, preguntemos si nos corrompemos con el desamor o con el interminable juicio a nuestra pareja y familia, o ¿somos considerados y apreciamos lo que tenemos? Echemos un vistazo honesto sin golpes de santidad al ver lo que nos desagrada sin hacer nada lo que nos hace más mentirosos que los gobernantes a los que descalificamos, si a esos a los que les echamos la culpa de todo, ¿y cómo estamos de lealtad? ¿somos fieles a nuestros ideales o los cambiamos por egoísta conveniencia pisando todo y a todos? ¿Alguna vez nos hemos ofrecido a ayudar al vecino o al desconocido que te muestra justo de frente la tragedia del hermano mexicano, del paisano? ¡ese! al que tildas de flojo y mediocre cuando no tenemos la más remota idea de la causa de su dolorosa situación, querido lector que le puedes achacar al del poder cuando buscamos dar la vuelta para evadir las más mínimas responsabilidades que son necesarias para la buena convivencia.
Si no accionamos lo más elemental en nuestra casa con los que más amamos ¿que gobierno podemos tener? justo este, el del tejido social deshilachado, el del yo no fui y yo porqué. Nosotros y nuestros hijos tenemos que ser como dicen por ahí…GENTE DE VALORES.
- El autor del Artículo de Opinión es Consultor y Conferencista.