Por Verónica Martínez Vielma
La infancia, es la etapa medular de los seres humanos, en la que se sientan las bases del desarrollo de una persona.
Cuidar la salud física, mental y emocional desde la infancia, hará que la persona pueda desarrollar su máximo potencial en su crecimiento; es por ello, que es fundamental cuidar, alimentar y fortalecer a las niñas y niños en esta etapa tan importante de su vida.
La madre y el padre, son el primer núcleo de convivencia de las niñas y niños. Son los protectores ante cualquier peligro, pero se puede ir aún más allá.
Sin duda, los principales cimientos en el desarrollo de las niñas y niños, son los valores y principios en la crianza, estos; son indispensables para formar a los adultos del mañana.
La celebración de la Convención de los derechos de los Niños, dice que “se comprometen a asegurar al niño la protección y el cuidado que sean necesarios para su bienestar, teniendo en cuenta los derechos y deberes de sus padres, tutores u otras personas responsables de él ante la ley y, con ese fin, tomarán todas las medidas legislativas y administrativas adecuadas».
Lo anterior, es un modo de recordarnos cómo también nosotros, debemos comprometernos en apoyar el desarrollo sano e integral de las niñas y niños.
Los cariños, la preocupación, el cuidado son la clave de una buena infancia que debe nacer del seno de la familia y será el reflejo en los ambientes en que se desenvuelvan.
Lo que se traduce en un fenómeno en cadena de lo que llamaremos; “buen trato” y que, si tomamos plena conciencia, mejorará no sólo la calidad de vida de las niñas y niños, sino también de nuestro entorno.
Debemos ocuparnos ahora. Las niñas y los niños, sin duda, serán los nuevos adultos en el futuro. No podemos descansar en su formación, ya que dependerá en gran medida, de la calidad de vida que tengan en la infancia, el cómo serán en su vida adulta.
Lo anterior, es una gran reflexión y la mejor oportunidad, para restablecer los valores y principios que parecen estar perdidos en la actualidad, como; la amabilidad, gentileza, la ética, el valor de la palabra, el compromiso, la responsabilidad, el respeto, la paz.
Desde nuestra vereda, podremos ver los cambios en el desarrollo de las niñas y niños, pero empezando por nosotros, procurando la integridad y fomentando las capacidades ilimitadas y desarrollando nuestra empatía y protección.
Un ambiente, lleno de amor y de valores, son clave, para formar a una persona adulta integra.
- La autora del Artículo de Opinión es abogada y defensora de los derechos humanos.