Por la Redacción
Después de más de 40 años la peste porcina africana regresó al continente americano al registrarse en días pasados un brote de la enfermedad en República Dominicana. Su ingreso a México sería devastador, ya que nuestra nación se encuentra entre los 10 primeros lugares de producción y consumo de carne de cerdo en el mundo.
Lo anterior, de acuerdo con Rosalba Carreón Nápoles, académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM, quien precisó que en nuestro país estamos preparados para enfrentar la situación.
La experta del Departamento de Medicina y Zootecnia de Cerdos refirió la importancia de este sector para México: existen alrededor de 18 millones de cabezas de cerdo, es una proteína que se consume de manera importante en el país y se exporta a naciones como Japón o Corea del Sur. El principal estado productor es Jalisco, con casi la cuarta parte de la producción nacional; se suman otros como Michoacán, Sonora, Veracruz, Puebla y Yucatán.
Reconoció que existe el riesgo de que esa enfermedad –que no afecta a los humanos– llegue México. No obstante, «tenemos la fortuna de que las autoridades realizan una vigilancia continua y existe una red de laboratorios de diagnóstico que permite que, ante cualquier sospecha que se notifique, se pueda detectar oportunamente. Y esa debe ser una labor conjunta, en colaboración no sólo con los médicos veterinarios, sino con la sociedad».
La peste porcina africana, como su nombre lo indica, es una enfermedad endémica de aquel continente y afecta al cerdo doméstico, al jabalí europeo y al pécari (parecido a los cerdos). Es causada por un virus ADN de la familia Asfarviridae, y los huéspedes naturales son el jabalí africano y garrapatas del género Ornithodoros, explicó la universitaria.
Tiene diversas fuentes de transmisión, por lo general ocurre con el contacto directo de animal a animal, aunque una de ellas que ha sido importante en la difusión de la enfermedad son los productos o subproductos de origen porcino (como chorizo, salami o salchicha) donde el virus puede vivir por meses o años en la canal congelada.
De manera adicional, el microorganismo tiene la capacidad de transmitirse en fómites (ropa, zapatos, etcétera) o estar, incluso, en los neumáticos de vehículos contaminados con heces de animales infectados. “Es muy resistente y si cualquiera de esos entra en contacto con los animales, puede ser un vehículo para diseminarse”, alertó.
Los signos dependen de la virulencia de las cepas; las de alta virulencia pueden provocar muerte súbita y en el cuadro agudo los animales pueden morir en dos o tres días; la tasa de mortalidad es de 100 por ciento. Se trata de una de las llamadas “enfermedades rojas” de los cerdos, porque la piel de los animales se torna color púrpura o violáceo en las orejas, muslos y vientre, debido a la fiebre alta. Con las cepas de moderada a baja virulencia, el animal puede sobrevivir más tiempo hasta que muere.
La enfermedad está presente en Asia, Europa, Oceanía y África; en nuestro continente a finales de los años 80 hubo brote en Haití, República Dominicana y Cuba, países donde se erradicó; ahora varias naciones de América como Estados Unidos, México, Canadá, Argentina, Colombia, entre otros, han reforzado sus programas de vigilancia para evitar su ingreso.
La importancia de la bioseguridad
Autoridades como la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural o el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) son las encargadas de realizar vigilancia y muestreos en aeropuertos y puertos marítimos; además se cuenta con binomios caninos y 15 laboratorios distribuidos estratégicamente en el territorio mexicano.
Asimismo, explicó Carreón Nápoles, se realizó un megasimulacro en 2019 por parte de SENASICA cuyo objetivo fue poner a prueba la capacidad técnica y la operatividad ante la peste porcina africana; se ha reforzado la capacitación de su personal y se cuenta con diversos manuales y trípticos con información accesible en las páginas de los sectores oficial y porcino.
Normalmente, las granjas cuentan o deben contar con programas de bioseguridad con el objetivo de impedir la entrada y salida de enfermedades. Estos van desde la ducha obligatoria para personal de la granja y visitas, lavado y desinfección de los vehículos que ingresan, origen y cuarentena del pie de cría, origen del semen, control de fauna nociva, no ingresar alimentos sobre todo de tipo porcino, disposición adecuada de mortalidad, etcétera, medidas que ante la situación actual deben reforzarse, expuso.
«Hay otras enfermedades que causan grandes pérdidas económicas y eso ha reforzado la bioseguridad en las áreas de producción, en la adquisición de animales para pie de cría, materias primas, etcétera. Debemos llevar información y capacitación a los trabajadores que tienen a su cargo el manejo rutinario de las granjas, de modo que avisen cualquier morbilidad y/o mortalidad fuera de la común al médico veterinario, el cual deber realizar el diagnóstico diferencial, y ante cualquier sospecha, notificar a las autoridades», enfatizó.
Rosalba Carreón aseveró que existe el riesgo cuando se alimentan a cerdos con residuos de comida; «el virus se inactiva a 60 grados durante 30 minutos, por lo que es recomendable aplicar un tratamiento térmico y así evitar contagios».
Además, es fundamental que la sociedad conozca que existe esta enfermedad porcina de importancia mundial y que podemos contribuir a frenar su diseminación al evitar la movilización de productos cárnicos que procedan de naciones con presencia del padecimiento, «y no asustarnos, porque no es una zoonosis, es decir, no afecta a la salud humana», subrayó.
Sin vacunas ni tratamiento
Para esta enfermedad todavía no hay vacunas comerciales. El asfavirus que lo provoca es complejo porque contiene más de 160 proteínas y se conocen actualmente más de 20 genotipos. Además, varias de sus proteínas pueden modular la respuesta inmune para evadirla Por eso, cuando se presenta el problema, la única solución es sacrificar a los animales, destacó Carreón Nápoles.
Comentó que en el caso de República Dominicana debieron pensar que se trataba de otra enfermedad y no hicieron un diagnóstico diferencial y oportuno. Hasta el momento se desconoce qué cepa llegó; el análisis se hizo a través de una prueba de PCR (reacción en cadena de la polimerasa) en el laboratorio de Plum Island en Estados Unidos, donde aún se realizan estudios de aislamiento viral y secuenciación. “Es pronto para saber el origen y la secuencia del virus”.
La universitaria consideró que probablemente la peste porcina no se identificó a tiempo, porque el 29 de junio pasado las autoridades sanitarias de Dominicana atendieron la muerte de 60 animales en un engorde de 132 ejemplares en Montecristi, a los cuales se les diagnosticó “neumonía”. Unos días después, apareció el primer brote en ese mismo sitio y 14 días posteriores en Sánchez Ramírez; para el 3 de agosto el brote se registra en 11 provincias. La enfermedad se diseminó sin que se hiciera el diagnóstico oportuno porque el país caribeño carece de la infraestructura para ello.
Debido a la globalización y la movilidad de las personas, aclaró Rosalba Carreón, ningún país está exento de ser afectado. «Por eso debemos reforzar más la vigilancia, saber identificar la enfermedad si se presenta y hacer un diagnóstico muy oportuno para que se tomen las medidas correspondientes».