PERSPECTIVA
Por Rodolfo Becerril Straffon
De las expresiones de protesta en automóviles los fines de semana, con claxon de por medio, la organización Frenaaa pasó a la protesta callejera. Su evento del sábado pasado puso de manifiesto, que más allá del número de asistentes al zócalo de la ciudad de México, que cómo era de esperarse tuvo dos versiones, el movimiento se está acelerando. A ver si no choca, pero por lo pronto expresa una inconformidad, básicamente de clases medias, y clases medias altas en contra de las políticas del presidente López Obrador. Se percibe en sus gritos rencor y odio que se corresponde de alguna manera a las declaraciones del propio presidente cuando se expresa de otros sectores y personas, también con rencor y odio. Pareciera que la polarización impulsada básicamente desde las conferencias mañaneras ha quedado para quedarse, cuando menos algunos años, con los preocupantes efectos en la vida comunitaria. En vez de unidad nacional, fragmentación y división.
Antes de la manifestación, sus seguidores ya se habían instalado en la calle. Llamó la atención que justo en el monumento a Juarez se escucharan cantos religiosos y rezos como hace tiempo no se veía. Ello hace suponer que algún fragmento de la iglesia está atrás del movimiento, repito, un fragmento. Sólo habría que aclarar que la iglesia católica no es monolítica; va desde los grupos de base, la teología de la liberación, la militancia de Solalinde, la iglesia social, hasta la ultraderecha representada, por ejemplo, por la organización Provida, que nace en Puebla desde el año de 1953, o el viejo MURO, movimiento de orientación renovadora de los años 60´s y 70´s o el Yunque que surge en 1978. Lo que parece evidente es que, con alguna de esas tendencias, Frenaaa ha hecho ya alianzas. También con algunos empresarios. Pedro Ferriz aparece como uno de sus voceros.
Se trata de un movimiento sin agenda, sin proyecto que sólo tiene el propósito de hacer que renuncie el presidente antes de que concluya el mandato para el que fue elegido democráticamente en el 2018. Pero no deja de preocupar la herida que se le puede hacer a la democracia mexicana en la medida que prosperen estos movimientos radicales. Bien haría el gobierno en tomar nota seriamente de esas protestas ya que son muchos los fuegos en la lumbre que en un momento dado pueden aglutinarse.
La bandera anticomunista de Frena suena a viejo. Es un discurso vacío que ya no dice nada. No hay hoy en día quien enarbole ese propósito que es más bien un despropósito en este mundo globalizado que, aun en crisis sigue rigiendo las relaciones económicas mundiales. Lo dramático del momento es que, ante la escasa o nula presencia de los partidos, la tenue o desarticulada oposición, las posiciones intermedias no aparecen y urgen. Y la disyuntiva Gobierno o ultraderecha se antoja muy angustiante.