Por Miguel Ángel Alarcón Urbán

Consignar en poco espacio los rasgos característicos de Benito Juárez el Benemérito de las Américas fue complicado, esto, ante lo que ya se ha escrito durante muchos años, con el paso del tiempo, poco más de 217 años, es decir celebramos su segundo centenario.

Aún y pese a sus detractores que siempre existirán. A Juárez hay que presentarlo en toda su magnitud, considerando las circunstancias de su vida gloriosa.

Tratándose del nativo de Guelatao, en quien no hay características diferenciales entre el ciudadano y el hombre, resulta difícil medir la excelsitud de Benito Juárez por no disponer de mayores detalles de sus acciones y de su desempeño público, sin embargo, si tomaremos en cuenta lo que la historia nos dice en cuanto los medios y los recursos con lo que ejecutó sus obras, sus hechos, y los obstáculos con los que tropezó.

Después de la Independencia de México, la historia escrita por Benito Juárez toma mayor relevancia por quienes los acompañaron esa etapa histórica de nuestro país, entre ellos, Comonfort, Lerdo de Tejada, Juan Álvarez, quienes vivieron juntos esas páginas gloriosas, quienes incluso, dejaron huellas de su paso por nuestro estado de Morelos.

Hablar de Benito Juárez, de escribir sin prejuicios, pero con una convicción profunda la historia y parte de la vida del Benemérito de Las Américas, necesitamos mirar y sentir aquellos momentos cuando nuestra patria palpitaba en aquellas horas de suprema angustia, horas supremas de explosiones de orgullo y alegría del triunfo, y no puedo eximirme de ser hijo de mi tiempo, de haber sufrido la influencia indeleble de los acontecimientos de mi educación liberal: en una palabra, del radicalismo en cuya atmósfera nací, me crié, y en la que respiro aún.

De allí que mis juicios sobre los hombres y las cosas de que trato, sean francos, emitidos sin ambages ni rodeos, como si hablase en secreto y a solas con mi conciencia, llamando á las cosas por sus nombres y poniendo a los individuos en el lugar que creo que les corresponden, sin compasión por los que murieron, sin miedo a los que sobreviven.

Dando a cada uno lo que le corresponde, de un modo inexorable. Sólo así puedo cumplir honradamente con mi deber de historiador, que está obligado a decir la verdad, tal como la entiendo; analizando la personalidad de Juárez en las diferentes fases de su vida, la influencia que esta personalidad, el carácter de aquél y su fe profunda en la libertad, ejercieron en los acontecimientos históricos en que Juárez tomó participación.

En estos tiempos, debemos seguir hablando sobre Juárez y su obra, en sentidos tan diversos, para que hoy rindamos tributo de admiración y de gratitud al hombre a quien, más que a ninguno otro, debemos la patria y la libertad, las que nos legó como incomparable patrimonio; y a contribuir con ese legado, a que lo
mantengamos incólume, para transmitirlo a nuestros hijos, a quienes debemos hacer dignos de recibirlo y capaces de conservarlo, para lo que mucho contribuirá mantener ante sus ojos constantemente la sublime figura del Indio de Guelatao, el ejemplo de la gran vida del Benemérito de las Américas y orgullo de la Democracia universal.

 

 

Acerca del autor

Abogado originario de Yautepec, apasionado de la historia.

 

Por Génesis

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