Por el Mtro. Jaime Juárez López
Nuestros ríos y manantiales son esenciales para que tengamos una buena calidad de vida. A través de ellos obtenemos agua para beber y utilizar en nuestras principales actividades diarias. Debido a que sirven como fuentes de agua dulce en Morelos, es necesario preservarlos, ya que este bien es escaso y, a pesar de ser potencialmente renovable, corre el riesgo de agotarse.
Muchos de ellos se contaminan, generando impactos ambientales para todo el ecosistema de ese río o lago. Esto sucede debido a las descargas de aguas residuales sin el tratamiento adecuado, generadas por actividades humanas. Históricamente, la falta de inversiones en saneamiento básico ha puesto a nuestra entidad en una situación crítica en este tema, con más de un 78 por ciento de las aguas residuales generadas por la población, sin tratamiento.
Además del mal olor y el color gris o marrón oscuro del agua, la contaminación de los ríos con aguas residuales, genera varios problemas para la población y el medio ambiente.
Las aguas residuales domésticas están compuestas por agua (99%) y sólidos (1%). Estos residuos sólidos están compuestos en su mayoría por materia orgánica en descomposición, proveniente de las heces y actividades humanas en fregaderos, tanques, lavadoras, duchas, entre otros.
Cuando se vierte a los ríos sin tratamiento, altera la composición natural de ese ecosistema, causando daños a la fauna y flora acuática y, desde luego, a los seres humanos que habitan en los alrededores.
Como es sabido, mucha gente no tiene suministro de agua potable en sus hogares. En muchos de estos casos, el agua es recolectada y consumida directamente de los ríos, puede estar contaminada por la disposición incorrecta de basura y aguas residuales sin tratar de las ciudades, por ejemplo.
Esta falta de saneamiento facilita la propagación de enfermedades, especialmente entre los niños y los ancianos, que tienen una salud más frágil. Esto se debe a que el agua de los ríos, cuando no se trata adecuadamente, tiene altas cantidades de contaminantes y agentes biológicos que pueden causar enfermedades, incluidas bacterias, virus y parásitos.
Para hacernos una idea, según un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), cerca de 1,5 millones de niños mueren anualmente a causa de la diarrea en todo el mundo. El 88% de estas muertes podrían evitarse con la recolección y tratamiento de aguas residuales y el acceso a agua tratada, es decir, servicios básicos de saneamiento.
Otras enfermedades causadas por la contaminación del agua por aguas residuales son infecciones bacterianas como fiebre tifoidea, cólera, leptospirosis y hepatitis tipo A; además del impacto en la salud y el bienestar de las personas, el tratamiento de estas enfermedades cuestan mucho dinero a los Sistemas de Salud.
Especialistas afirman que invertir en saneamiento es invertir en la calidad de vida de la población y ahorrar en salud: cada peso invertido en el sector significa 4 pesos menos en gastos de salud.
Sin duda, la falta de saneamiento básico, especialmente los bajos índices de tratamiento de aguas residuales, es uno de los mayores problemas ambientales en la actualidad, junto con la deforestación.
Miles de morelenses aún hoy en día, viven sin recolección de aguas residuales y viven con aguas residuales que corren a la intemperie, lo que, además de contaminar el suelo, es fuente de graves enfermedades.
Al llegar a los ríos, las aguas residuales modifican toda la composición química del agua, impactando directamente en la vida acuática. Esto sucede porque la acumulación de materia orgánica favorece la aparición de microorganismos que reducen la cantidad de oxígeno en el agua, comprometiendo directamente la vida acuática y la calidad de esta agua.
Aunado a ello los nutrientes presentes en las aguas residuales, principalmente el nitrógeno y fósforo pueden provocar eutrofización, es decir, la proliferación de algas provoca que la luz solar no logre penetrar hasta las capas más inferiores de los ecosistemas acuáticos. Como consecuencia, la vegetación muere al no poder llevar a cabo la fotosíntesis, del mismo modo, los animales acaban muriendo y la cantidad de microorganismos aumenta, alterando todo el ecosistema.
En la segunda fase, microorganismos como las bacterias se alimentan de la materia muerta y consumen el oxígeno que necesitan otras especies como peces y moluscos para sobrevivir. Asimismo, en esta fase se generan algas de carácter tóxico y microorganismos patógenos que favorecen el desarrollo de enfermedades.
Otras sustancias altamente contaminantes y peligrosas para la salud de la población son los metales pesados, como el mercurio, el plomo y el cobre, y los organoclorados que se encuentran en los plaguicidas. Estos elementos, así como los derivados del plástico, como el compuesto Bisfenol A, se acumulan en los animales que, al ser consumidos, pueden causar problemas en el sistema nervioso e inmunológico de los humanos.
Todos podemos contribuir a mejorar ese estado de cosas. Un escenario ideal sería la universalización del saneamiento para toda la población. Ello incluye la provisión municipal de servicios de colectores y drenajes; así como de plantas de tratamiento capaces de recibir todas las aguas residuales recolectadas, tratándolas de forma eficiente, de conformidad con los estándares impuestos por las normas mexicanas de la materia.
Por nuestra parte, evitemos y denunciemos las descargas irregulares que dañan los ecosistemas y afectan a nuestra salud.
En caso de contar con un sistema de alcantarillado sanitario disponible, se puede colaborar para su plena funcionalidad evitando el vertido irregular de basura en las redes de alcantarillado, tales como objetos sólidos y grasas, aceite de cocina, que pueden obstruir las tuberías.
El autor del artículo de opinión es Encargado de despacho de la Comisión Estatal del Agua en Morelos.