LA BRÚJULA

Por Roy Moreno

Uno de los ingredientes más importantes en la fórmula del Desarrollo Sostenible son las prácticas de buen gobierno. El Gobierno es una máquina inventada por la sociedad que tiene como función administrar nuestros problemas, mientras nosotros, quienes lo elegimos, vivimos la mejor vida posible. Pero como cualquier máquina hay que estar checando que funcione bien. Las fallas tardan tiempo en arreglarse.

Los mexicanos pensábamos en el 2000 que con la democracia se arreglaban todos nuestros problemas. Dos décadas después sabemos que la democracia sólo era el primer paso para que funcione bien la máquina. Veinte años hemos tardado en darnos cuenta.

La Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano #UnaSolaTierrra fue en 1972. En 1994 se empezó a configurar el concepto de Desarrollo Sostenible, la Agenda 2030 nació en el 2015 y en semana pasada en la celebración de Estocolmo+50 la conclusión fue que estamos en emergencia ante la triple crisis planetaria climática, pérdida de biodiversidad y contaminación. Cincuenta años y no hemos acabado de diagnosticar el problema.

Para que podamos abordar los problemas de Medio Ambiente con ganas de resolverlo, antes de que pasen otros cincuenta años, necesitamos asegurarnos que la maquinaria esté bien aceitada y tenga las partes de repuesto donde ya no funcionaba.

La democracia fue una pieza nueva que le pusimos a la máquina. Ahora que funciona esa pieza, hay que corregir el vicio de la corrupción. Mientras no lo hagamos, ésta seguirá funcionando deficientemente. ¿Cómo se logra eso? Esa es la pregunta de los dos mil millones de pesos anuales.

Una herencia de la democracia es que mientras la Sociedad está vigilando al Gobierno para votarlo otra vez o votarlo para afuera, el Gobierno tienen que portarse bien. La sociedad demócrata manda y construyó un mecanismo de balanzas y contrapesos que hace que funcione el Gobierno.

Uno de los mecanismos más viejos que tiene la máquina de nuestro Gobierno es la división de poderes: en vez de darle todo el poder a una persona, lo dividimos entre varias. El Gobernador, el Congreso y los Tribunales. Pero además de esas tres clásicas entidades, en los últimos años hemos inventado otras, más chiquitas, que ayudan  a diluir el poder y mantener los niveles de corrupción al mínimo posible: El Instituto Morelense de Información Pública y Estadística (IMIPE) que garantiza el acceso a la información y la protección de datos personales, el Instituto Morelense de Procesos Electorales y Participación Ciudadana (IMPEPAC) que se encarga las elecciones sean transparentes y apegadas a la ley. También hay otros organismos autónomos con funciones más específicas o especializadas como el El Instituto Morelense para la Mujer (IMM) que se encarga de organizar la política pública de Igualdad. Como si fueran planetas de diferentes tamaños, los órganos autónomos que establece nuestra Constitución giran al rededor del Sol, que en este caso somos nosotros, la sociedad. Todos los demás elementos del sistema giran a nuestro alrededor.

Pero ¿Qué pasa si la Sociedad demócrata se distrae y deja de vigilar al Gobierno?

Sencillo: se diluye su poder, y la Fuerza de gravedad del Gobierno tradicional se vuelve la más fuerte, atrayendo hacia su ámbito de influencia a los organismos autónomos, hasta que los roba de su autonomía y daña el mecanismo de división de poderes. La máquina deja de funcionar. Como Sociedad no podemos darnos el lujo de distraernos demasiado tiempo. El buen gobierno depende de eso.

La próxima semana hablaremos de dos casos en los que la Sociedad lleva mucho tiempo distraída, amenazando el correcto funcionamiento de esta máquina.

 

El autor del Artículo de Opinión es abogado y Asociado Director de Desarrollando Morelos.

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