Por la Redacción
La prevalencia de hipertensión arterial en los adultos mexicanos es de 49 por ciento y cerca de 70 por ciento de ellos no sabe que la padece, asegura el académico del posgrado de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Sergio Alberto Mendoza Álvarez.
El experto universitario explica que esta enfermedad juega un papel importante como factor de riesgo cardiovascular, junto con la diabetes, la obesidad, el tabaquismo, la renal crónica, entre otras.
El estudio “Epidemiología de la hipertensión arterial en adultos mexicanos: diagnóstico, control y tendencias. Ensanut 2020” coincide en que en México, durante 2018, 49.2 por ciento de la población con vulnerabilidad socioeconómica tenía hipertensión arterial y sólo 47.1 por ciento fue diagnosticada.
Este padecimiento, refiere el estudio, es el que más contribuye a la morbilidad y mortalidad en el mundo: para 2019 se estimó que había 828 millones de personas con este padecimiento, causante de 10.8 millones de muertes al año.
“Desafortunadamente ni el diagnóstico ni las metas de tratamiento están siendo oportunas para prevenir el riesgo cardiovascular, o un evento cardiovascular fatal”, asegura el especialista en medicina interna con motivo del Día Mundial de la Hipertensión, que se conmemora el 17 de mayo.
Ante ello, sugiere, la población mexicana tendría que tomarse la presión arterial de manera rutinaria para identificar casos que están a punto de convertirse en hipertensos y poder cambiar su estilo de vida, régimen alimenticio y someterse a tratamientos que lo evite.
Los grupos que deberían adoptar este hábito son las personas de más de 30 años, quienes presentan obesidad, sobrepeso, tabaquismo, alcoholismo, diabetes, dislipidemia, sedentarismo, así como aquellos con antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares a temprana edad.
Medición y control
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) lleva a cabo la iniciativa HEARTS en América para abordar el problema. Este año las actividades que se realizarán en mil 380 establecimientos de salud de 22 países, incluido México, tienen como lema: ¡Mida su presión arterial con precisión, contrólela y viva más tiempo!
Mendoza Álvarez detalla que para tomarse la presión de manera adecuada el paciente debe estar preferentemente sentado, con la espalda erguida y el brazo a la altura del corazón; medirla en ambos brazos.
Es recomendable también que permanezca sentado y tranquilo de cinco a 15 minutos previo a la toma de las lecturas, que no haya consumido cafeína ni haber realizado ejercicio 30 minutos antes.
Las cifras normales de presión van de 120 a 129 para la sistólica y de 80 a 84 para la diastólica; lo óptimo es que los pacientes estén por debajo de estos parámetros.
Se considera presión arterial normal alta cuando se tienen valores de 130 a 139 para la sistólica y de 85 a 89 para la diastólica, de acuerdo con las sociedades europeas de hipertensión.
Cuando se registran lecturas de 140 a 159 para la presión sistólica y de 90 a 99 para la diastólica se sospecha de hipertensión grado uno.
Si el paciente presenta de 160 a 179 en la presión sistólica y de 100 a 109, se estima una hipertensión grado dos; mientras que el tres implica niveles altos de presión arterial: la sistólica es igual o mayor a 180 y la diastólica, igual o mayor a 110.
En los adultos mayores puede presentarse lo que se denomina hipertensión sistólica aislada, en la cual la presión sistólica puede estar arriba de 140, pero la diastólica en menos de 90.
“Hay pacientes que llegan estresados a la consulta y pueden tener elevaciones de la presión arterial de forma aislada. Se debe hacer una valoración integral, solicitar que hagan un monitoreo durante siete días, dos a tres veces al día, en diferentes horarios y hacer una bitácora”, abunda el experto universitario.
Otra forma de diagnosticar es colocarle un brazalete durante 24 horas, el cual de manera automática la registra cada 30 minutos a lo largo del día, y cada 20 minutos por la noche.
Mendoza Álvarez plantea que otros datos de alarma son: presentar dolores de cabeza que antes no se tenían, padecer zumbidos de oídos, mareo, cansancio, fatiga o intolerancia a la actividad física, dolor de ojos, palpitaciones, incluso dolor torácico, así como edema o hinchazón de las piernas.
Atención oportuna
El tratamiento debe ser multidisciplinario, pues está relacionado a factores de riesgo alternos; es decir, si presentan diabetes, dislipidemia, sobrepeso y obesidad.
“Si trabajamos para que el paciente, a través de dieta y ejercicio pueda bajar de peso, podemos lograr fácilmente que en un 10 o 15 por ciento baje su presión y baje también triglicéridos”, argumenta.
La dieta se caracteriza por tener de seis a ocho porciones de granos al día y enfatiza el consumo de frutas, verduras y lácteos bajos en grasas. Además, se recomienda una rutina de activación física de 150 minutos a la semana; o bien, de 30 a 40 diarios. Quienes presentan presión sistólica entre 150 a 160 requieren también fármacos.
Mendoza Álvarez alerta que si no hay un diagnóstico oportuno, el corazón presenta complicaciones. Una de ellas es la cardiomegalia, se caracteriza porque este órgano se hace más grande, pero débil, y no puede bombear suficiente sangre al cuerpo.
“Las personas empiezan a tener fatiga, falta de aire, disnea (dificultad para respirar). Cuando caminan, o inclusive cuando duermen, tienen falta de aire, se les hinchan las piernas y puede llevarlos a un infarto agudo de miocardio o hasta la muerte, sobre todo cuando ya hay un largo tiempo de evolución y si tiene otras complicaciones como diabetes y dislipidemia”, enfatiza.