REYES MAGOS
Por Verónica Martínez Vielma
La fiesta de los Reyes Magos que se celebra el 6 de enero es un día especial en México, ya que tiene diversos significados, recuerda la adoración de Jesús infante por parte de los Reyes y se trata de una conmemoración medular en la liturgia católica, de esta historia surgió la costumbre de ofrecer y recibir regalos, principalmente para los niños, quienes piden, mediante carta, el juguete deseado.
También es el día en que aparece la deliciosa rosca de Reyes, manjar esperado en la merienda familiar y delicia monjil en la época virreinal, pues se dice que las religiosas solían festejar la noche de Navidad con cantos y buñuelos. Enseguida, venía la Epifanía con la llegada de los Reyes Magos y sus azucaradas roscas perfumadas de agua de azahar.
Costumbre francesa desde 1311, que pasó a España y después a México, donde el haba se sustituyó por un Jesusito que originalmente era de plata dorada, muy pequeñito y coronado. Después lo vestían para llevarlo a bendecir el Día de la Candelaria. Cuentan que algunas personas se los tragaban para evitar tener que dar fiesta el 2 de febrero. Esos Jesusitos de plata se sustituyeron por los de porcelana que dicen venían de Japón y actualmente se hacen de plástico.
En esa fecha, las benditas sores no se daban abasto para despachar los encargos que a través del torno les hacían los habitantes de la ciudad y sus contornos.
Quien encontraba el haba, estaba obligado espiritualmente a presentar el Niño Dios del Nacimiento de la casa en la iglesia cercana al 2 de febrero (llamado en México Día de la Candelaria).
En época caballeresca de México la obligación se cumplía ritualmente, y quizá la sustitución del haba por el Niño surgió porque algunas veces el comensal ingería el trozo de la rosca con todo y haba a fin de evitar el compromiso.
Seguramente alguna señora lista que un año se quedó sin fiesta de la Candelaria y sin padrino para su Niño Dios, comenzó a introducir un niñito de porcelana difícil de ingerir (y más aún de digerir), aunque a decir verdad todavía hay quienes se quedan sin fiesta porque, en alguna forma, el que encuentra al Niño se hace el disimulado o esconde discretamente la figurita. En otras palabras, para eludir el compromiso “se hace rosca”.
Es común que cuando alguien saca la figurilla escondida en este pan le llame mono o muñeco, pues pocos saben que se trata del Hijo de Dios.
Cuenta la tradición que la rosca refiere el ocultamiento del Niño Dios para que Herodes no lo encuentre, como lo hizo con los Santos Inocentes, cuya celebración es el 28 de diciembre. De esta manera, el pan resguarda a Jesusito; el cuchillo personifica a Herodes Antipas.
Sin embargo, son los menos quienes se asumen felices y afortunados por haber encontrado a Jesús, pues les pesa sacarlo de la rosca porque han de pagar a los comensales los tamales y el atole para el 2 de febrero. En cambio, para otros es felicidad, pues se dice que “aquel que saque el niño tendrá suerte en el año”; algunos comentan que “ayuda al dinero, más si se carga en la cartera o monedero tras haber salido de la rosca”.
Pero unos adquieren obligación (generalmente el primero que saca la figurilla, pues actualmente hay mínimo tres escondidas), pues se convierten en madrina o padrino de vestido del Niño Dios de la casa donde se partió la rosca. Además de vestirlo, en ocasiones pagan la fiesta completa. En esta celebración de Epifanía es cuando se levanta al Niño Dios del pesebre, saliendo del contexto del Misterio.
- La autora del Artículo de Opinión es abogada y defensora de derechos humanos.