Por Chema Gálvez 

“Bendito Dios, ahora sí se va a acabar la corrupción”, así lo vivimos la gran mayoría hayamos votado o no por López Obrador, el ambiente era tenso sin embargo no pasó nada, una transición pacífica, el miedo a desmanes violentos se estaba desvaneciendo, no podía ser de otra manera si aquí en México somos un país civilizado, democrático, era lo normal, ¡ahora si, un país maduro, que gusto!

No sé quizá sólo es una coincidencia, pero ahora creo que solo fue la calma que antecedió a la tormenta, mal presagio de lo que se avecinaba, los temores empezaron a cumplirse, viejo adagio de infortunio que nos alcanzó a todos.

Muchas palabras todas las mañanas, algunas verdades, otras mentiras, nada comprobable, de vez en cuando un espaldarazo, otro día un señalamiento, el espectáculo siempre listo, “vamos contra la corrupción”, “los adversarios”, “los neoliberales”, “los enemigos del pueblo”. Les confieso algo, que yo haya sido testigo de alguien que sea enemigo del pueblo, la verdad no lo he visto, pero bueno no conozco a mis vecinos, no lo sé, no importa.

La esperanza está ahí hablando en el templete de Palacio Nacional, se dijo que vivir en Los Pinos era insultante, extraño razonamiento, lo mejor vivir en un palacio?. Sólo recordando, en fin.  La apoteosis en su máxima expresión, “las farmacéuticas son corruptas”. La guerra estaba declarada, empezaba la persecución, no era duda fue una acusación directa.

No defiendo ningún bando, defiendo la buena gestión, la que impacta, defiendo el derecho a la salud, el derecho a la vida, defiendo lo que es humano y justo, si bien el sexenio pasado y el pasado y todos los pasados por los siglos de los siglos han omitido, robado y desviado, jamás se atentó de una forma tan dolorosa contra el sector salud, la falta de medicinas tiene víctimas con nombre y contando solamente las defunciones por cáncer infantil son mil seiscientos niños, que además contaban con padres, con hermanos, con abuelos, personas señor presidente, niños con futuro pero el infortunio de sus políticas anticorrupción les truncó a ellos y a su familia los sueños, un gran porcentaje de ellos con los  medicamentos a los que tenían derecho podrían estar hoy en este momento jugando escondidillas o imaginándose como futbolistas y así como cada uno de ellos tiene nombre también la ineptitud lapidaria la tiene y es: Andrés Manuel López Obrador, ojalá ellos hubieran tenido la esperanza que usted prometió, pero hay gran diferencia entre esperanza y certeza, para ellos la esperanza nunca existió, solo la certeza del viaje seguro al más allá. Ineptitud asesina.

 

  • El Autor del Artículo de Opinión es Consultor y Conferencista. Fundador de GRC CONSULTORES.

Por Génesis

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