Por Miguel Ángel Alarcón 

El histórico y hermoso municipio de Yautepec, ha tenido desde el siglo XIX una participación real en cuanto a la historia del país se refiere, pues no hay que olvidar que  como cabecera de distrito y después como Ayuntamiento, ha sido factor de participación tanto en la Independencia de México como en la Revolución Mexicana.

Manuel Altamirano en su novela de El Zarco, y Manuel Payno en su obra de Los Bandidos de Rio Frio dan cuenta en su narrativa de la vida de la gente de Yautepec, bien hoy citare la obra literaria del primero, de Altamirano.

En los albores de agosto de 1862-63, Yautepec se desenvuelve con sus aldeas y haciendas como Atlihuayan, Cocoyoc y San Carlos incluido el señorío de Oaxtepec.

Todos estos lugares  ricos en la producción de caña, azúcar y otros cultivos, además impulsores del ganado equino, fueron actividades económicas muy importantes durante el siglo XIX en el hoy estado de Morelos.

Yautepec se caracterizó por su paz y honradez, rodeada por arboles de todo tipo, principalmente limoneros y naranjeros, era un buen lugar para vivir hasta que llegó el terror de la banda de Los Plateados encabezada por el sanguinario Zarco.

Yautepec fue el blanco de muchos forajidos, pues era una aldea tranquila e intersección de varios caminos que llevaban a distintos lugares, los pobladores conocían a los bandidos como Los Plateados, porque amaban el metal que les dio el nombre.

En una huerta y una amplia región natural se encontraba Doña Antonia, una señora mayor que conversaba con su hija Manuela y su ahijada Pilar acerca de la inseguridad.

Antonia soñaba con irse de Yautepec por el miedo a los bandidos, hecho que la obligaba a mandarle cartas a su hermano de México, pero él no le contestaba.

El único camino que quedaba era el de conseguir que su hija, Manuela se casara con un hombre de bien como Nicolás, el herrero de la hacienda de Atlihuayan, que la amaba, además el cuidaba a la familia de Antonia, pero Manuela solo sentía repugnancia por Nicolás porque era un indio.

Nicolás, visitaba diariamente a Doña Antonia y trataba de ayudarlas en lo que fuera, también lo hacía para acercarse más a Manuela, pero ella no sentía ningun sentimiento no aprobado por Antonia al ver la generosidad del herrero.

Mientras tanto, bajando a Yautepec se encontraba El Zarco, un jefe de Los Plateados, blanco y con un traje muy decorado de plata, discreto y armado, el fue a Yautepec para ver a su amante: Manuela.  Una vez que vio al Zarco junto a ella, hubo un abrazo mutuo y una entrevista, esto ocurría mientras todos dormían ya que era medianoche.

Manuela recibió presentes del Zarco, ella los abrió cuando El Zarco ya estaba lejos, él le dio alhajas que les quito a unos extranjeros durante una batalla, la mente de Manuela fue invadida por pensamientos confusos.

Manuela ya estaba decidida a irse con El Zarco a Xochimancas, dicho lugar solía ser el principal centro de cultivo de flores durante la época prehispánica, ahora era una hacienda en ruinas cerca de Yautepec donde se resguardaban Los Plateados.

Era alrededor de medianoche, caía una fuerte lluvia y finalmente el Zarco pasó por Manuela para llevarla a su fortaleza, ella llevaba sus alhajas y algunas que otra ropa.

A la mañana siguiente, Antonia se despertó después de una terrible noche de insomnio a buscar a su hija, la empezó a buscar por todas partes, pero no la encontró, sintió terribles perturbaciones, llamo a sus amigos y parientes para que la ayudaran a saber lo que pasaba.

Entonces, Antonia recibió una carta de Manuela, en la que escribía que se había ido con El Zarco, tal noticia le causo a Antonia un desequilibrio psicológico. Inmediatamente, Nicolás y el tío de Pilar fueron a buscar ayuda con el prefecto que en ese momento estaba recibiendo al comandante de la tropa militar que había enviado el gobierno.

Misma tropa que habría de fusilar al bandido una vez capturado meses después, Manuelita no se separaba de él, hasta que la aparto un soldado. El Zarco cayó muerto con varios tiros y fue colgado de un árbol. Manuela se desequilibró y enloqueció, pero finalmente descanso en paz, en la tierra de sus ancestros, Yautepec.

 

  • El autor del Artículo de Opinión es actualmente Coordinador de la Memoria Histórica del municipio de Yautepec.

Por Génesis

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