DE AZÚCAR Y SAL

Por: Marley Flores y Lisset Vildózola

 

Una de estas mañanas frescas, sentadas en la banca de un puesto de comida de calle, en la mesa un ramillete de pápalos, en un minuto, nos acercan una humeante taza de café, acompañada de una quesadilla de maíz, al momento de la primera mordida estallan los sabores: Queso Oaxaca, quelites y el picor de la salsa de tomate asada; todos esos ingredientes se mezclan perfecto, generando satisfacción total.

¿Por qué comenzamos con este breve relato? Porque inician las lluvias y con ellas viene la bondad de la vida. El don de la naturaleza de proporcionarnos alimentos que surgen de la madre tierra, ingredientes llenos de sabor y color.

 

Verdolagas, calabazas, quelites, berros, hongos, retoños, insectos, infinidad de comida que surge y se empodera cuando llega el temporal.

Quién no disfruta de una carne de cerdo en salsa verde con verdolagas, una sopa de flor de calabaza, unas tortitas de tzompantle en salsa de jitomate o de guajillo, sopa de hongos, una salsa de ciruela o una ensalada de berros con cebolla, jitomate, rábanos y mucho jugo de limón.

Precisamente desde el año 2018, nuestra entidad se posiciona como una de los estados en los que más se produce verdolaga. Si bien para otros países es considerada como una maleza, en nuestro país se consume en sopas, ensaladas y guisos.

En lo que concierne a los quelites, considerados una herencia de origen prehispánica, actualmente no se le da esa importancia que en antaño tenían; sin embargo, pueden llegar a ser el complemento perfecto de un platillo mexicano.

La chaya, los quintoniles, huauzontles, la hoja santa, entre muchos otros, hacen la diferencia en los platos y son una delicia para muchos comensales.

Lo cierto es que la relación entre lluvia y cocina es muy estrecha, pero además de eso hay una generosidad enorme de nuestra madre naturaleza, tomando en cuenta que muchos de esos quelites ni siquiera tienen que cultivarse.

Así que vale la pena continuar con la tradición de su consumo, pero aún más importante el cuidado de nuestro planeta, nuestra casa, para garantizar ese ciclo natural de lluvias, vale la pena aportar un granito de arena.

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Por Génesis

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